MIÉRCOLES: REZAMOS CON UNA HISTORIA

 NOS SALUDAMOS                                          

                      ¡MUY BUENOS DÍAS A TODOS!

          ¡Alegría que es de día!  


NOS SERENAMOS                                                

Siéntate en una postura cómoda. 

Relájate. Cierra los ojitos si te apetece.

Pon la manita en el corazón.

Haz tres respiraciones profundas. 

Ya puedes abrir despacito los ojos.....

Dios te escucha. 


ESCUCHAMOS                                                     



Un árbol es bueno cuando da frutos buenos. Y para que llegue a darlos, el árbol requiere muchos cuidados.

Lo primero que hay que hacer es preparar la tierra para plantarlo; ha de estar la tierra bien regada, sin malas hierbas ni piedras que impidan a sus raíces extenderse y agarrar profundamente la tierra.

Después, es necesario tener una gran paciencia para permitirle crecer a su ritmo. También es necesario darle tiempo para reponer fuerzas, para recobrar la salud. En una palabra, hay que estar pendientes de él con un gran cuidado. 

Hay que podar las ramas secas para que la savia pueda llegar sin dificultad hasta las ramas más pequeñas y más alejadas del tronco.

Hay que apuntalarlo para que resista las tempestades. Si es frágil y está mal cuidado, resistirá poco y será arrancado de cuajo. HAY QUE PRESERVARLO DE LOS BICHOS QUE SE COBIJAN EN ÉL Y LE destruyen quitándole las fuerzas.

Hay que preocuparse de él en todo momento. 

¡Entonces sí que será capaz de dar los 
 frutos esperados, sabrosos y nutritivos!



Nosotros somos parecidos a los árboles. 
Nuestros frutos son nuestras obras y nuestras palabras.

 Si permanecemos plantados en la Palabra de Jesús, en su Evangelio, entonces daremos frutos -nuestras obras y palabras- en las cuales se podrá saborear la Palabra de Jesús. Si nos preocupamos de que nuestras raíces estén asentadas en Jesús; entonces nuestros frutos serán frutos de amor y no de odio.

REZAMOS JUNTOS                                           






NOS DESPEDIMOS                                            


Madre Divina Pastora, ruega por nosotros. 

San José de Calasanz, San Faustino Míguez y Beata Victoria Valverde, rogad por nosotros. 


En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. 






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